Es probable que en alguna situación difícil de gestionar te hayas sorprendido a ti mismo gritando a tus hijos. El hecho de que los niños pasen el límite y no obedezcan hace que la paciencia de los padres cada vez sea menor y se utilicen técnicas que no solo no tienen eficacia sino que generan más tensión. Una de las técnicas a la que se recurre con mayor frecuencia es levantar la voz.
Gritar, el recurso fácil
Incluso una persona que se considera paciente y tranquila, en algún momento utiliza este recurso en las disputas con los pequeños de la casa. Pero, ¿por qué de forma natural tendemos a levantar la voz? ¿Por qué aun sabiendo que no va a ser eficaz en muchas ocasiones no podemos evitarlo?
Gritar tiene una serie de “ventajas” que nos llevan a hacerlo automáticamente. En primer lugar, se trata de una técnica sencilla de utilizar, basta con subir el tono de voz y expresar lo que nos ha molestado. Se trata de una estrategia cómoda que no necesita reflexión y eso la convierte en una de las técnicas más utilizadas ante los problemas de conducta de los niños.
Levantar la voz a los niños no implica un desgaste intelectual para el adulto, lo que convierte al grito en la técnica más conveniente si preferimos que llegue el mensaje con el mínimo esfuerzo mental.
Uno de los puntos que hace que usar el grito sea una de las formas de comunicación preferidas en los conflictos con los niños, es que cumple el objetivo a corto plazo. Cuando gritas a un niño, consigues su atención e incluso puedes obtener un cambio de la conducta que se intenta corregir. Esto, unido a la rapidez con la que surte efecto, hace que se confunda la conveniencia de su uso y se perciba como una forma de educación necesaria, lo que se encuentra muy lejos de la realidad si nos preocupa el bienestar de los niños.
Los aparentes “beneficios” del grito se encuentran en muchas más técnicas, que aunque conlleven algo más de esfuerzo, evitan todos los perjuicios que ocasionan a un niño el hecho de levantarle la voz de forma sistemática.
Lo que no se ve. ¿Qué efecto tiene en el niño?
#1.- No aprenden a gestionar emociones: los adultos son referencia para los niños en todos los ámbitos de la vida. Si un niño observa que cuando sus padres se enfadan la forma de gestionarlo es levantar la voz, aprenderá que cuando él sienta rabia o se enfade, la manera correcta de actuar es gritar. Es muy fácil que el niño haga esa asociación y asuma el grito como su forma de comunicación elegida ante los problemas que le surjan. Esto tiene el peligro de que a medida que se haga mayor, sus conflictos cada vez serán más importantes y su manera de atajarlos más extrema.
#2.- Hace que no entiendan la explicación: el efecto del grito en los niños es tan a corto plazo que una vez que se les levanta la voz, el razonamiento que se intente hacer después es absurdo. Cuando la forma de dirigirte a él es tan negativa su capacidad de atención posterior va a ser nula, todo lo contrario ocurre si se opta por una técnica en la que el mensaje le llegue con una comunicación positiva.
#3.- Les hace sentir miedo: cuando se grita a un niño, éste empieza a sentir miedo. Ese sentimiento va transformándose en ira y en impotencia, lo que dificulta que el niño aprenda lo que es correcto o lo que es el respeto. Si lo que se busca es que obedezcan, asimilen las normas y entiendan cómo deben comportarse, la actitud que adopte la persona será decisiva. Si utilizamos la paciencia y el respeto hacia ellos como base de la educación, aprenderán a respetar y a cumplir las reglas.
#4.- Se alejan y se pierde autoridad: cada vez que se grita a un niño, éste se aleja. La distancia crece a medida que se instaura el grito como la forma recurrente de reprender todo aquello que se desvía de la conducta deseable. Gritar separa, enfría y genera malestar entre el niño y el adulto. Si se traslada a los pequeños sus fallos de un modo cercano y cariñoso, no solo tendrá un efecto mayor sino que no se pondrá en peligro el rol de autoridad, que siempre deben tener los padres y no los niños.
#5.- Pierden autoestima: la conclusión que un niño saca del grito es que no es capaz de hacer las cosas bien. Si esto ocurre con mucha frecuencia se corre el riesgo de que su autoestima se vea dañada porque perciban que no saben estar a la altura de lo que se espera de ellos. Demostrar a los hijos que se está orgulloso de ellos es uno de los puntos más importantes en la educación y en la formación de su amor propio. Mientras que levantarles la voz, además de ir en contra de lo anterior, hace que sientan que su esfuerzo nunca merece la pena.
¿Existen alternativas al grito?
Sí, existe una gran variedad de posibilidades para elegir una técnica más adecuada que el grito en la educación. Además, utilizar estas alternativas producirá por un lado una mejora en la relación con los niños, y por otra una sensación muy positiva al observar que el resultado es mejor sin generar esa tensión. Algunas de esas herramientas son:
Ponte en su lugar. Recuerda que no estás hablando de adulto a adulto, acercarte a su forma de ver las cosas hará que él se sienta más comprendido y no sea necesario gritar.
Genera respeto. Que el niño obedezca cuando se le grita no significa que aprenda lo que es el respeto, todo lo contrario. Llegará un momento en el que el grito no le de miedo y la autoridad se pierda por completo.
Háblale con paciencia y tranquilidad. Si la forma de comunicación es esta, habrá margen para que el niño comprenda lo que se le está pidiendo y por qué.
Dale explicaciones válidas. “Esto es así porque sí”, “porque lo digo yo”, “porque el que manda aquí soy yo” son argumentos vacíos. Explícale el motivo de lo que le estás corrigiendo y así, al comprenderlo, hará una asociación más fuerte. Conseguir que haga las cosas de una forma porque entiende que es lo mejor y no por miedo a lo que pueda pasar, es fácil si se justifica lo que se le pide.
Exprésate en positivo. Lo mismo que se dice con tono negativo se le puede decir a la inversa. Es mucho más eficaz “me encantaría que recogieras los juguetes porque me pone muy contenta que seas responsable” que “como no recojas ya los juguetes estás castigado sin ir al parque”.
Convierte el clima de tensión que generan los gritos en un ambiente tranquilo donde los argumentos sean concretos. Recuerda que, si quieres la mejor versión de tu hijo, nunca lo conseguirás gritando.
En muchos momentos, la educación de los hijos genera muchas dudas y la ayuda de un profesional es necesaria. Si crees que necesitas los consejos y el apoyo de un psicólogo experto no dudes en ponerte en contacto con nosotros, en Dondolo Psicología podemos ayudarte.
Patricia Pérez Fernández
Psicóloga Sanitaria Infanto- Juvenil
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